Hoy podemos saberlo fácilmente, pero ¿cómo lo hacían los antiguos navegantes para orientarse sin tener puntos de referencia en el horizonte?
El Sistema de Posicionamiento Global (GPS; en inglés, Global Positioning System) funciona gracias a satélites que orbitan el planeta en el espacio y receptores en la Tierra que entregan las coordenadas tridimensionales de latitud, longitud y altitud.
Antiguamente, los navegantes solo contaban con instrumentos como el astrolabio o el sextante, que les permitían conocer su ubicación a través de la posición de las estrellas en la noche y del Sol durante el día.
Uno de los sistemas más empleados para definir dónde se encontraban era calcular la latitud, que es la distancia hacia el norte o hacia el sur desde la línea ecuatorial. Se expresa en medidas angulares que van desde los 0° del Ecuador hasta los 90° N del Polo Norte o los 90° S del Polo Sur.
Para calcular la latitud, determinaban la altura del Sol al mediodía, es decir, cuando está en su punto más alto en el cielo. La medición no era tan simple, porque esa altura depende de la época del año y en qué lugar del planeta nos encontremos, lo que se llama la declinación solar.
Te invitamos a experimentar el desafío de encontrar la ubicación de un barco empleando un sextante y puntos referenciales simbólicos.
Para navegar sin tener referentes de tierra en el horizonte, es necesario contar con sistemas de navegación que permitan determinar la ubicación de una nave en cualquier momento del viaje. Para ello, los antiguos navegantes utilizaban los principios de la geometría y conocimientos de astronomía para surcar los mares, dirigiendo la navegación hacia donde querían llegar.
Estos principios matemáticos se empleaban en instrumentos como astrolabio o el sextante, que permiten conocer la ubicación a través de la posición de las estrellas en la noche, y del Sol durante el día. Estos datos se complementaban con las referencias proporcionadas por la brújula, instrumento de orientación que utiliza una aguja imantada para señalar el norte magnético terrestre; sin embargo, la brújula pierde efectividad en las zonas polares norte y sur por la convergencia de las líneas de fuerza del campo magnético terrestre. Tanto la brújula como el astrolabio fueron inventos árabes.
El astrolabio (palabra de origen griego que podría ser traducida como «buscador de estrellas») permite determinar la posición y altura de las estrellas sobre el cielo, por lo que era usado por navegantes, astrónomos y científicos para localizar los astros y observar su movimiento, y así poder determinar la hora a partir de la latitud, o bien para averiguar la latitud conociendo la hora. Además, este instrumento permite medir distancias por triangulación.
Fue el principal instrumento de navegación entre los siglos XVI a XVIII, y perdió protagonismo con la invención del sextante, en 1750, cuyo nombre proviene de la escala que utiliza (abarca un ángulo de 60 grados), que corresponde a un sexto de un círculo completo. Permitió medir la separación angular entre dos objetos, tales como dos puntos de una costa o un astro (generalmente el Sol) y el horizonte. Así, conociendo la elevación del Sol y la hora del día, se puede determinar la latitud en que estás, sometiendo los datos de las lecturas obtenidas con el sextante a cálculos matemáticos sencillos.
El sextante fue durante varios siglos de gran importancia en la navegación marítima y también en la navegación aérea, hasta que, junto a la brújula, comenzaron a ser reemplazados por sistemas de posicionamiento más avanzados y completos que utilizan datos satelitales.
Conforme a registros estudiados por arqueólogos, la navegación como atributo social habría surgido 50.000 años Antes del Presente (AP) con la ocupación de Australia, aunque es posible trazar esta actividad algunos milenios antes con los hallazgos en isla de Flores (actual Indonesia).
En las últimas décadas, han cobrado fuerza algunas hipótesis que plantean la expansión de poblaciones humanas en América por vía marítima a través del uso de embarcaciones navegables, procedentes desde Asia, en el rango de los 15.000 AP. Esta forma de ocupación de las costas americanas habría empleado los bosques de algas que dominan el Pacífico como protección (actúan como rompeolas) y fuente de alimentos (sus ecosistemas albergan grandes cantidades de recursos accesibles desde embarcaciones menores).
En las costas del Pacífico Sur, existen evidencias sólidas para suponer procesos iniciales de adaptación humana al mar en el rango de los 10.000 AP, aunque ello no implica necesariamente el uso de la navegación, que se habría presentado en el litoral del Norte Grande de Chile recién 3.000 años después, con el empleo de embarcaciones en la pesca de altura, es decir, sin tierra a la vista.
En tanto, en la Patagonia austral, el proceso de ocupación de espacios costeros se ha interpretado en el rango de los 7.000 AP en las costas del canal Beagle, y en el mismo milenio, en el área de Seno Otway. De los datos etnohistóricos sabemos que las poblaciones canoeras, y en particular los Yagán, eran marinos hábiles interpretando las condiciones ambientales que les permitía efectuar travesías seguras. Factores como el viento, la corriente y la navegabilidad de las canoas permitieron a estas comunidades llegar a sectores tan apartados como islas Herschel y Seno Año Nuevo en partidas estacionales de caza. Su sistema de navegación era diurno, condicionado por el relieve del paisaje que conformaba derroteros, y en que la relación entre las personas y los lugares constituía un vínculo de estrecha identidad. Tal es así que entre Yagán y Kawésqar el primer nombre que recibía una persona al nacer era el del lugar donde había nacido.
Un enfoque diferente fue empleado por los navegantes europeos que entraron a las regiones australes desde 1520 en adelante. Estas tripulaciones heredaron los conocimientos de las artes náuticas desarrolladas por griegos, cartagineses y fenicios, durante 2.000 años de tensiones por el control de los puertos del Mediterráneo. Su forma de navegar implicaba la búsqueda de referencias náuticas sobre el horizonte, sea sobre la observación de las estrellas, la posición nominal del Sol o la indicación del norte magnético a partir de la alineación del eje terrestre.
La presencia indígena más austral conocida está registrada en el área de isla Hornos, a 56° Sur, unos 830 kilómetros al norte de las islas Shetland del Sur, archipiélago del océano Antártico situado a unos 120 km de distancia de las costas de la península Antártica.
No hay presencia indígena histórica documentada en el área antártica como producto de ocupaciones o migraciones, y solo se conoce un episodio de posible presencia a partir de registros balleneros que sugieren que algunos individuos habrían sido llevados como esclavos al área de operaciones, a fines del siglo XIX (Stehberg, R; 2003)
Si bien la cultura Yagán reconoce un “lugar” que está más allá en el sur, es una referencia lingüística que alude a un área indeterminada más austral que el sur nominal y no quiere decir necesariamente que hayan conocido el territorio antártico.