Imagínate navegar a lo desconocido, sin mapas, ni GPS, luchando contra enormes olas, vientos sobre 100 km/h y el hielo que amenaza con destruir tu embarcación. No sabes qué hay más allá, pero la intuición y algunas historias, hablan de una "Terra Incógnita", un mundo nuevo por descubrir, cartografiar y nombrar.
Establecer los límites de un nuevo territorio o calcular sus dimensiones, es actualmente un desafío bastante sencillo de abordar gracias al desarrollo de la tecnología satelital y numerosos instrumentos que ayudan a replicar fielmente los accidentes geográficos.
Sin embargo, hasta hace menos de un siglo, la metodología para desarrollar este conocimiento y plasmar su registro cartográfico era muy diferente.
Un "campo de hielo cubierto de pequeños montículos". Esa fue la primera descripción de este continente, descubierto por el capitán Thaddeus Bellingshausen el 28 de enero de 1820.
Durante un tiempo considerable, exactamente quién y cuándo vio por primera vez la Antártida estuvo en disputa, pues los oficiales navales británicos William Smith y Edward Bransfield también vieron la Antártica el 30 de enero del mismo año, seguidos por el cazador de focas estadounidense Nathaniel Palmer, el 16 de noviembre.
Recién en 1886 se comenzó a vislumbrar la fisonomía del continente tal como la conocemos hoy, con la representación gráfica publicada en The Scottish Geographical Magazine con el nombre de 'Supuesto esquema del [Continente] Antártico', evocando quizás la denominación 'Terra Incognita' empleada previamente para denominar estas remotas tierras polares.
Entre los numerosos desafíos que presenta la Antártica para las y los especialistas en cartografía, destacan: su calidad de último continente en ser explorado, su vasta masa de tierra (de la mitad del tamaño de Europa) en gran parte inaccesible, estar cubierta por capas de hielo sin mayores rasgos distintivos y, además, afectada por un largo ciclo de oscuridad que la cubre durante la mitad del año.
Casi cayéndose de la parte inferior del planisferio tradicional del mundo occidental, la Antártica fue mal retratada innumerables veces, fallando las proyecciones de muchos mapas e incluso distorsionando su figura hasta hacerla irreconocible.
En 1590, Gerardus Mercator ideó un tipo de proyección cartográfica para elaborar mapas de la superficie terrestre, la cual fue muy utilizada desde el siglo XVII para elaborar cartas náuticas. Sin embargo, cuando se intenta ajustar una superficie esférica en una superficie plana, la forma del mapa es una distorsión de la verdadera configuración de la superficie terrestre. Por ello, en los mapamundis Mercator se va exagerando el tamaño de las tierras en la medida que nos alejamos de la línea del ecuador. Por ello el continente antártico parece ser extremadamente grande, aunque en realidad, es el segundo continente más pequeño después de Oceanía, con 12,3 millones de kilómetros cuadrados.
En la Biblioteca Británica se encuentran los principales mapas referidos a la construcción gradual de su fisonomía. Parte importante de ellos, están vinculados a las expediciones de la llamada era heroica de la exploración antártica.
Desde la antigüedad se creía que lógicamente debía existir un continente austral para contrarrestar el peso del conocido hemisferio norte. En un mapa del mundo publicado por primera vez en 1570, Abraham Ortelius perpetuó esta creencia representando de manera prominente una masa de tierra extraída completamente de conjeturas.
Durante más de un siglo se mantuvo en los mapas la etiqueta 'Nondum Cognita', que significa 'todavía no conocido', para referirse a estas tierras. Alrededor de 1690, en un mapa publicado originalmente por los cartógrafos holandeses Hondius y Janssonius, se adoptó una proyección polar, centrando el interés en el centro en blanco, aunque no intentaron delinear el área etiquetada como 'Terra Australis Incognita'.
James Cook fue el primero en circunnavegar el Polo Sur, durante su segundo viaje iniciado en 1772, pero los detalles del continente mismo aún eran un enigma. Dos años después de su regreso, en 1775, se publicó un registro del viaje en que el mapa del área se actualizó con nuevos hallazgos, presentando 'las Huellas de algunos de los Navegantes más distinguidos', que ahora rodean y llenan el centro en blanco. En interesante el cambio de enfoque, pues se centra en lo que se conoce en lugar de lo que no se conoce, cambiando la antigua etiqueta de 'Terra Incognita' por 'The Ice Sea'.
El comandante de la primera expedición antártica rusa (1819-21), Fabian Bellingshausen, es considerado por muchos como el primero en poner los ojos en el continente: una reproducción de su carta manuscrita de enero de 1820 muestra una mancha azul en el borde inferior que marca la primera salida tentativa del espacio en blanco cerca del polo, e indica una característica que más tarde se llamaría la plataforma de hielo de Fimbul.
Solo dos días después del avistamiento de la plataforma de hielo por parte de Bellingshausen en enero de 1820, Edward Bransfield, un oficial de la Royal Navy británica, avistó la primera característica terrestre del continente, que ahora se sabe que se encuentra en la punta de la Península Antártica. El descubrimiento figura en un mapa publicado en 1844 por la Sociedad para la Difusión del Conocimiento Útil.
En 1843, otro oficial de la Armada Real Británica, James Clark Ross, completó su propio viaje de exploración científica al Océano Antártico. La ciencia emprendida por la expedición incluyó el primer estudio magnético de la Antártica y logró inferir la ubicación del polo sur magnético. Los resultados fueron publicados por la Royal Society en 1869. Con sus líneas errantes de declinación magnética, esta hoja constituye uno de los primeros ejemplos de cartografía temática de la Antártica.
Recién en 1886 se comenzaría a vislumbrar la fisonomía del continente tal como la conocemos hoy, con la representación gráfica publicada en The Scottish Geographical Magazine con el nombre de 'Supuesto esquema del [Continente] Antártico', evocando quizás la denominación 'Terra Incognita' empleada previamente para denominar estas remotas tierras polares.
Si bien a principios del siglo XX circulaban representaciones de la Antártica reconocibles en la actualidad, sus detalles aún estaban sustancialmente en blanco.
Fue gracias a la era heroica de la exploración antártica, un período de veinte años de extensa actividad e investigación en el continente, que se fueron develando sus secretos. Esta etapa comenzó en 1901 con la partida de la Expedición Antártica Nacional Británica ("Descubrimiento"), dirigida por Robert Falcon Scott, quien documentó en un mapa el trabajo de la expedición de 1902 a 1904, registrando además el alcance de los "Viajes en trineo". Al igual que la mayoría de los mapas antárticos de la época, se publicó como complemento del relato oficial de la expedición.
La Expedición Antártica Británica 'Nimrod' (1907-09), dirigida por Ernest Shackleton, registró un nuevo extremo sur y se convirtió en la primera en alcanzar el polo sur magnético. Más tarde, la expedición del noruego Roald Amundsen fue la primera en llegar al polo sur geográfico, el 14 de diciembre de 1911. Cinco semanas más tarde, la Expedición Antártica Británica ("Terra Nova") de Scott llegó al mismo punto, solo para descubrir que habían sido derrotados en su empeño. Las rutas de ambos exploradores se muestran en un mapa publicado por Stanford antes de 1921.
El 1 de diciembre de 1959, una docena de naciones firmó el Tratado Antártico, que dejó de lado todos los reclamos territoriales en el continente en busca de una colaboración científica pacífica, quedando obsoletos los mapas que pretendían soberanía en cualquier parte del territorio.
A partir de la década de 1960, se emplearon satélites para cartografiar las vastas áreas del continente aún desconocidas, y en 1972, la entonces Unión Soviética incorporó la Antártica en una serie de mapas del mundo por primera vez.
A principios de la década de 1990, el British Antarctic Survey fue uno de los socios fundadores involucrados en una colaboración entre once naciones para crear un mapa digital continuo del continente, mediante la digitalización de mapas e imágenes satelitales existentes.
En 2015, Estados Unidos se desmarcó de la cartografía tradicional produciendo un modelo de datos del continente empleando una supercomputadora Blue Waters para procesar datos derivados de imágenes satelitales de alta resolución. El conjunto de datos subyacente se describió entonces como "un modelo de elevación digital de alta resolución con marca de tiempo para la capa de hielo de la Antártica".
Los últimos mapas reflejan la evolución hacia el empleo de datos digitales, a partir de la última parte del siglo XX, construidos con precisión a partir de referencia satelitales que combinan información complementaria, como la obtenida a partir de 1960 con técnicas de sondeo de eco de radio para calcular el grosor de las capas de hielo, e incluso, reconstruir el relieve de la superficie rocosa que se encuentra debajo del hielo.